Todas las noches, Colleen veía a dos gemelas vestidas con ropas raídas sentadas solas en el parque. Cuando le picó la curiosidad y las siguió, se topó con un desgarrador secreto que alteraría su vida para siempre. ¡Hola a todos! Soy Colleen, tengo 32 años y sigo soltera. Aún no tengo hijos, aunque he salido con bastantes chicos. Me encantan los niños y estoy deseando tener los míos, pero hoy en día es muy difícil encontrar el amor verdadero. Pero bueno, no hay prisa.
Decidí esperar al hombre adecuado, sin saber que mi vida cambiaría de un modo que nunca imaginé. Las luces de la calle parpadeaban a medida que se hacía de noche. Mi preocupación se hizo insoportable, y decidí seguirlas discretamente para ver quién venía a por ellas. Cuando el sol empezó a ponerse, las chicas se levantaron, tomándose las manos con fuerza. Caminaron con pasos vacilantes y salieron solas del parque. Mi preocupación aumentaba a cada paso que daban, y las seguí, decidida a garantizar su seguridad.
Todo empezó cuando vi a dos niñas gemelas, de unos 8 años, con ropas viejas y raídas, sentadas en un banco del parque donde paseaba a mi perro. Sus ojos, llenos de una tristeza inquietante, me atraían cada tarde cuando se sentaban solas en el mismo banco. Nunca había padres ni adultos cerca, y su soledad era palpable.
Una tarde, el frío del aire era más intenso, y las niñas estaban allí de nuevo, tiritando con sus viejas chaquetas. ara mi sorpresa, subieron a un autobús, pareciendo aún más pequeñas y vulnerables bajo las duras luces fluorescentes. Las seguí y noté cómo se acurrucaban y susurraban en voz baja. Recorrieron nueve paradas y a cada kilómetro, mi ansiedad aumentaba.
Cuando por fin se apearon, me quedé atónita porque entraban en un barrio rico. El contraste entre su aspecto y las grandes casas que los rodeaban era chocante. Se acercaron a una casa especialmente grande y entraron sin vacilar.Me quedé de pie, helado de incredulidad. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué vivían estas chicas claramente abandonadas en una zona tan acomodada? Algo no encajaba, y mi instinto me dijo que tenía que investigar más.
Respirando hondo, me acerqué a la casa y llamé al timbre. Contestó una criada, que me miró con desconfianza. “¿Puedo ayudarle?”, preguntó, con tono cortante. “Sí, me gustaría hablar con los padres de las gemelas que acaban de entrar”, dije, intentando mantener la voz firme. Al día siguiente, fui al parque antes de lo habitual. Hacia las cuatro de la tarde, aparecieron las gemelas, instaladas en su banco habitual. Armándome de valor, me acerqué a ellas.
“Encantada de conocerlas a las dos. Las he visto mucho por aquí. ¿Están bien? ¿Dónde están tus padres?”. A Hannah le tembló el labio inferior. “Nuestra madre murió hace tres años. Papá se volvió a casar y ahora…”. Se interrumpió, mirando a su hermana. Lily retomó la conversación donde la había dejado Hannah. “No le caemos bien a nuestra madrastra. Nos hace venir aquí todos los días porque no nos quiere en casa”.