“¡Es hora de divorciarse!”: El mensaje en mi pastel de aniversario me llevó a una verdad impactante — Historia del día

En la noche de nuestro aniversario, esperé a mi esposo con mi mejor vestido. Entonces llegó un pastel con letras doradas: “¡Es hora de divorciarse!”. Una hora después, estaba en un vuelo para descubrir la verdad. El matrimonio me sentaba bien. No siempre fue perfecto, pero me sentía querida y segura con Thomas. Nuestro primer año como marido y mujer había estado lleno de cariño, conversaciones nocturnas y risas con panqueques quemados los domingos por la mañana. Por eso pasé dos semanas preparándome para nuestro primer aniversario de bodas. Dos semanas. ¿Te lo imaginas?

Cada detalle tenía que ser perfecto. Pasé horas buscando sin parar la receta definitiva de pato a la naranja, incluso practicándola dos veces para asegurarme de que saliera bien. Y, por supuesto, el regalo. Todavía recordaba cómo se había detenido en el escaparate hace unos meses, mirando esa corbata de diseñador. Fue uno de esos momentos fugaces que tienen los hombres cuando ven algo que les gusta pero deciden que no necesitan. Pero yo lo noté. Y lo recordé. Por fin, la mesa estaba puesta, las velas titilaban y yo estaba allí con mi mejor vestido, sintiéndome completamente feliz. De repente, sonó mi teléfono.

“Hola, cariño”, la voz de Thomas sonó… casual. “Ya estoy a medio camino del aeropuerto”. Fruncí el ceño. “¿Qué aeropuerto?” Cerré los ojos. Inhalé. Exhalé. “Thomas, hoy es nuestro aniversario”. “¡Y no lo he olvidado! Te lo compensaré, te lo prometo, en cuanto vuelva”. Esa frase se me quedó grabada. Inventarlo… Miré la mesa hermosamente puesta.

Me imaginé sentada allí, comiendo sola, con ese vestido que elegí solo para él. No quería arruinar mi noche. En lugar de enfurruñarme, decidí darme un largo y lujoso baño de burbujas. Justo cuando me hundía en el calor, sonó el timbre. Suspiré, me envolví en una toalla y me dirigí a la puerta. Un repartidor estaba allí, sosteniendo una gran caja blanca atada con una cinta roja. “¿Anna?” Asentí. “Entrega especial”, dijo, entregándomela.

“¿De quién es?” Cerré la puerta, me acerqué a la mesa y me quedé mirando la caja. Por una fracción de segundo, se me alegró el corazón. ¿Al menos Thomas preparó una sorpresa? ¡Me encantan las sorpresas! Desaté la cinta con cuidado y levanté la tapa. Dentro había un pastel. El olor a crema de mantequilla inundó el aire. Pero no fue el pastel lo que me dejó sin aliento. Fue el mensaje escrito en la parte superior con elegantes letras doradas. Mi mente buscaba una explicación a toda prisa. ¿Una broma? ¿Un error cruel? ¿Algún tipo de confusión? Y entonces, vi una pequeña tarjeta escondida debajo de la tapa.

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