Marido engaña a su esposa con su secretaria, y el karma se lo devuelve – Historia del día

Shirley observó consternada cómo su pareja, Brody, jugueteaba sin tapujos con su secretaria, Lila, en su oficina. Le temblaban las manos y dejaban caer las cucharas al suelo, pero parecía que no la veían. “Brody, ¿qué pasa aquí?” Shirley se acercó a ellos, su voz rasgando el silencio del lugar de trabajo. Brody fingió honestidad: “¿Qué te preocupa, Shirley? Solo estamos hablando de trabajo”. “¿Así es como hablas de trabajo?” La voz de Shirley estaba cargada de indignación. “¿Metiendo las manos bajo su falda? ¿Delante de todos?”

“De verdad queremos hablar. En privado. ¡Ahora mismo!”, preguntó. El descontento de Brody estalló. “No puedes darme órdenes. Hoy mismo solicito la separación legal. Me quedo con la casa.” “No puedes quedarte con mi casa. Era de mis padres. ¡No tienes derecho!” Brody se burló. “Recuerda que estás casada con un abogado. Mírame. Haré que Lila se mude y celebraremos en cada superficie, en cada habitación.” Aturdida y dolida, Shirley apenas pudo responder mientras Brody metía su anillo de bodas en el pastel que ella había traído para regalarle.

“Quizás puedas empeñar esto para una casa de perro”, se burló, yéndose con Lila. Shirley se quedó sorprendida, rodeada de murmullos de lástima. Después, sola en un modesto alojamiento, sintió ganas de llorar al pensar en su relación con Brody. ¿Cómo se había convertido el hombre con el que había prometido pasar su vida en la tierra en este extraño? ¿De verdad se había descuidado? ¿Era su problema que Brody hubiera ido con Lila? Abrumada por la emoción, golpeó un bloc de notas, esperando liberarse de la indignación y el tormento, cuando un golpe en la puerta la interrumpió. Suponiendo que sería un miembro del personal, abrió la puerta y se sorprendió al encontrar a un hombre extraño.

“Oí… creí oír un llanto pidiendo ayuda”, balbuceó. “Bueno, oíste mal. Si no puedes ayudarme a proteger mi casa del marido que se está separando, desaparece”, espetó con voz débil. El hombre arqueó las cejas, sorprendido por su brusquedad. Entonces, la miró de pies a cabeza y dijo: “No puedo ayudar con eso. Pero ahora entiendo por qué se está separando de ti”. Dicho esto, cambió de dirección repentinamente y se fue.

Indignada, Shirley lo siguió a su habitación, negándose a que su comentario pasara desapercibido. “¿Qué me contaste?”, preguntó, impidiendo que cerrara la puerta. El hombre intentó explicar: “Estaba preocupado por el alboroto”.”¡Entiendo perfectamente lo que insinuabas!”, respondió ella. “Puede que no luzca genial, pero eso no te da derecho a juzgarme”. El hombre asintió con delicadeza, mostrando una pizca de decepción: “Tienes razón. No te lo mereces”. Shirley se quedó aturdida al instante; la lucha se le fue agotando al oír sus palabras. Sin embargo, antes de que pudiera procesarlo o responder, él se aventuró a retroceder, cerrando la puerta delante de ella con una firmeza que no dejaba espacio para más discusión.

“¡Prepárate! ¡Te he estado gritando todo el tiempo!”, gritó, pateando la puerta, solo para lastimarse el pie. Al día siguiente, entró cojeando en su oficina, con la mente agitada por las consideraciones de lo más inusual. De repente, recordó algo: ¡El Sr. Williams estará aquí hoy! “Extraordinario, justo lo que quiero cuando estoy hecha un desastre, otro jefe”, murmuró, sentada. Shirley se quedó paralizada y, en ese momento, se giró lentamente en su asiento, solo para comprender que el hombre más inusual al que le había gritado, el hombre que creía que jamás podría encontrar en el futuro, era el Sr. Williams, ¡su nuevo jefe!

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