Una mujer mayor que llevaba una vida solitaria en un hogar de ancianos recibió inesperadamente la visita de sus familiares tras heredar una fortuna, pero estos enfrentaron el karma y aprendieron una lección de la manera más difícil.
Lola Sánchez estaba sentada en una silla de ruedas, admirando el pequeño jardín a través de la ventana de su habitación en el asilo Sagrado Corazón.
Había pasado un año más, pero su vida no había tenido cambios significativos. Su hija, Natalia, y su yerno, Rogelio, no habían devuelto sus llamadas y no se habían molestado en visitarla ese año.

Hace exactamente seis años, cuando Lola tenía 80, su salud comenzó a fallarle. Necesitaba ayuda con las tareas más básicas y apenas podía hacer las cosas por su cuenta.
Ella siempre había sido una mujer viva y alegre, pero ¿quién podría vencer los efectos del envejecimiento?
Cuando Natalia se dio cuenta de que tendría que cuidar a su madre enferma, prefirió ingresarla en un hogar de ancianos y luego se instaló en la casa de su madre con su esposo.
En ese momento, la mujer le prometió a Lola con mucho entusiasmo que la visitaría a menudo. Pero año tras año, la anciana seguía esperando, pero, ni su hija ni su yerno aparecían.
Un día, la mujer mayor estaba muy molesta. Tenía un pequeño álbum familiar que había llevado consigo cuando ingresó en el hogar de ancianos. Mientras miraba las fotos de ella y Natalia sus lágrimas no dejaban de caer.
Una joven enfermera llamada María vio a Lola llorando y su corazón se compadeció de la pobre mujer. “Señora Sánchez”, dijo, acercándose a ella. “¿Puedo ayudarla? ¿Se encuentra bien?”.
La señora negó con la cabeza, secándose las lágrimas. “Ay, cariño. Este año, mi hija no volvió a visitarme. Llevo seis años esperando su visita. Cada año mi corazón se pregunta si estoy perdiendo el tiempo esperándola. ¿Será que volveré a verla?”.