Atrapadas en una tormenta de nieve, Elina y su suegra, Laura, se encuentran en un viaje lleno de tensión y agravios sin resolver. Pero, a medida que la tormenta se vuelve más peligrosa, un evento inesperado las obliga a enfrentar sus diferencias de una manera que cambiará su relación para siempre. Elina caminaba de un lado a otro por la sala de estar, con pasos rápidos e inquietos. No dejaba de mirar el reloj; los minutos se arrastraban como horas. “¿Dónde está?”, murmuró en voz baja, su frustración crecía con cada segundo que pasaba.
Se detuvo junto a la ventana por enésima vez, sus ojos escanearon el camino de entrada vacío, esperando ver los familiares faros del auto de Mark. Pero no había nada. Suspiró profundamente, su mano se movió instintivamente para descansar sobre su vientre redondo, sintiendo las débiles patadas del bebé en su interior. Elina recordó el momento en que habían planeado el viaje. Estaba decidida a ir a pesar de que estaba tan cerca de la fecha prevista del parto.
“Será nuestra última oportunidad por un tiempo”, le había dicho a Mark, ignorando sus cautelosas protestas. “¿Y bien? ¿Ya ha vuelto?” La voz de Laura sonó con fuerza desde la otra habitación, rompiendo el tenso silencio.
Elina apretó la mandíbula, tratando de mantener la calma. “No”, respondió. “Todavía no”. Se quedó mirando su teléfono por un momento, luego gimió de frustración y presionó el número de Mark. Él respondió casi de inmediato. “Hola”, dijo con voz entrecortada. “¿Dónde estás?” “Estaba atrapada en el trabajo”, respondió Mark. “Luego me quedé atrapada en el tráfico. Es terrible aquí afuera. Me llevará al menos otra hora y media llegar a casa”.
Elina sintió que se le aceleraba el pulso. “Entonces, ¿qué significa eso? ¿Nos vamos en mitad de la noche ahora?” —He estado pensando —comenzó Mark con cuidado—. Tal vez tú y mamá podrían irse sin mí. Me reuniré contigo allí más tarde. Mark suspiró. —Sé que no es lo ideal. Pero tus padres y mi hermana estarán esperándote cuando llegues. No será tan malo.
Elina exhaló lentamente. —No sobreviviré a esto. —Estarás bien —dijo Mark, tratando de tranquilizarla—. Se acerca una tormenta de nieve. Deberías irte ahora. —Bien —dijo, con un tono gélido. —Gracias. Te amo —dijo él suavemente. —Yo también te amo —respondió Elina y colgó, todavía furiosa. Elina inhaló profundamente, estabilizándose antes de entrar a la sala de estar. Laura se sentó en el sofá, con los ojos pegados a su teléfono.
—Mark llegará tarde —dijo Elina con firmeza. —Dijo que deberíamos irnos sin él. Laura levantó la vista, con el rostro tenso. —¿Qué pasó? ¿Mi hijo está herido? Elina sacudió la cabeza, tratando de mantener la paciencia. “No. Está bien. Solo está atrapado en el tráfico”. Laura dejó el teléfono con un suspiro fuerte. “Bueno, no sé cómo me las arreglaré para pasar cuatro horas en un auto con un infiel”, dijo. “Pero si es lo que Mark quiere, lo soportaré”.
Elina apretó los puños, forzando una sonrisa. “Vámonos”. Elina y Laura emprendieron su viaje. La nieve había comenzado a caer ligeramente, cubriendo los bordes de la carretera de blanco. Dentro del auto, el silencio era pesado, como si ambas mujeres tuvieran demasiado miedo de hablar y romper la frágil paz. Laura se sentó erguida en el asiento del pasajero, con los ojos fijos en la vista exterior.