ĀæAlguna vez te has preguntado quĆ© secretos salvajes vuelan por encima de las nubes en la clase ejecutiva? Las azafatas son las guardianas por excelencia de las historias mĆ”s increĆbles, y sus historias van desde las sorpresas conmovedoras hasta los giros sorprendentes que nunca esperarĆas. En esta colección, echamos un vistazo al fascinante mundo de la cabina de clase ejecutiva, donde las bebidas fluyen, las exigencias son altas y no hay dos vuelos iguales.
Asà que siéntate, abróchate el cinturón de seguridad y disfruta de estas tres historias inolvidables compartidas por azafatas que lo han visto todo desde 30.000 pies de altura. Desde el momento en que subió a bordo la madre con tres niños pequeños, me di cuenta de que era su primera vez en clase ejecutiva. La forma en que guiaba a los niños, con los ojos muy abiertos por la emoción, me recordó mi propio primer vuelo hace años.
Pero, aunque yo estaba dispuesto a hacer que su experiencia fuera genial, el hombre del asiento de al lado no estaba nada contento. “ĀæEstĆ”s bromeando?” āse burló mientras ella se sentaba a su lado, manejando sus bolsos y a sus hijos con la gracia cuidadosa que sólo una madre puede lograrā.
SeƱorita āme gritóā. ĀæDe verdad los estĆ” dejando sentarse aquĆ? āSeƱor, estos asientos son suyos. Tiene todo el derecho de sentarse aquĆ ādije, ofreciĆ©ndole mi sonrisa mĆ”s tranquila, pero Ć©l simplemente puso los ojos en blanco. No se detuvo, ni siquiera cuando ella se disculpó por las molestias. āOh, crĆ©ame, tengo una reunión a la que asistir en este vuelo āse quejóā. Y voy a necesitar silencio. Silencio absoluto. Estos niƱos no se quedarĆ”n callados, lo sĆ©.
ObservĆ© cómo la mujer acomodaba a sus hijos, haciĆ©ndoles seƱas para que se quedaran callados. Hicieron lo mejor que pudieron, aunque el mĆ”s pequeƱo no pudo evitar el ocasional chillido de emoción cuando vio las nubes por la ventana. Aun asĆ, el hombre de negocios actuaba como si le estuvieran tocando tambores en los oĆdos, suspirando dramĆ”ticamente cada pocos minutos. Aproximadamente una hora despuĆ©s del vuelo, le llevĆ© su cafĆ© y galletas, tratando de suavizar las cosas. “Gracias, seƱorita”, dijo con un tono despectivo, apenas levantando la vista. Les di a los niƱos tazas de fruta, pensando que serĆan los bocadillos mĆ”s tranquilos para ellos. No querĆa que el hombre de negocios los atacara por nada.
“Oh, Āæesas?”, se rió entre dientes. “Mi empresa fabrica telas. Telas reales”, agregó, mirando su ropa de una manera arrogante que me retorció el estómago. Ella bajó la mirada, jugueteando con una pulsera en su muƱeca, tratando de ignorar sus palabras. “En realidad”, dijo en voz baja, “tengo una pequeƱa boutique en Texas. Hacemos muchos de nuestros propios diseƱos. No es nada comparado con lo que haces tĆŗ, estoy segura. Pero es algo de lo que estoy orgullosa”.
“Oh, estoy segura de que lo es”, se burló. “Pero verĆ”s, acabo de cerrar un trato de un millón de dólares con una de las firmas de diseƱo mĆ”s importantes del mundo. Una semana de la moda internacional. Dudo que una… boutique pueda siquiera imaginar cómo es eso”. Pronunció la palabra “boutique” como si fuera una mala palabra, y pude ver cómo se le sonrojaban las mejillas. Pero ella no le respondió bruscamente. En cambio, solo asintió. “Damas y caballeros, estamos iniciando nuestro descenso a JFK”, anunció. “TambiĆ©n me gustarĆa agradecer a mi hermosa esposa, Debbie,