Un perro va a una tienda cerrada todos los días y luego se va. Una noche, un niño pobre lo nota y lo sigue. — Historia del día

Un chico pobre que trabajaba en un almacén cerca de una tienda de bicicletas cerrada notó que un perro desaliñado visitaba la tienda a diario sin parar. Curioso por saber adónde iba, un día lo siguió y descubrió un secreto desgarrador.

Chris, de 18 años, era un veterano empleado de mercado que había visto bastantes animales callejeros. Pero Ollie, un shiba inu, era muy diferente. Era amigable, educado y demasiado bien cuidado para ser un perro callejero.

Cuando Chris conoció a Ollie, lo encontró parado frente a una tienda de bicicletas cerrada, mirando fijamente los enormes cristales. Sus amigos del trabajo le dijeron que el perro era del dueño de la tienda, quien repentinamente dejó de ir a trabajar durante varias semanas.

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Chris se enojaba cada vez que veía al pobre perro. Amaba a los caninos y le molestaba que alguien pudiera abandonar a su querida mascota en la calle y desaparecer así como así. Así que un día, antes de ir a la cafetería a almorzar, le dio una palmadita al perro en la cabeza y le dijo con dulzura: «Hola, Ollie… ¿Quieres un sándwich, chico?».

A partir de ese día, el curioso perro corría hacia Chris cada hora del almuerzo, moviendo la cola con entusiasmo al ver su lonchera. Pero en lugar de devorar la merienda, la arrebataba y desaparecía con la comida apretada entre las mandíbulas…

Ver a Ollie salir corriendo con la comida todos los días y luego regresar al mismo lugar hasta la hora de cerrar dejaba a Chris preocupado y curioso. Al principio, supuso que Ollie debía estar teniendo una camada de cachorros en algún lugar y que se llevaba la comida para alimentarlos. Pero Ollie era macho, y su comportamiento inusual no tenía sentido.

Con cada día que pasaba, Chris se preocupaba más al ver cómo la energía del chucho se desvanecía. El pelaje, antes brillante, de Ollie se estaba volviendo opaco, y parecía estar preocupado por una fuente desconocida de angustia. Chris incluso pensó que podría deberse a… Abandono, pero no lograba identificar nada.
“¿Adónde va con la comida sin siquiera probar bocado?”

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Un día, a la hora del almuerzo, Chris vio a Ollie menear la cola, lamiéndose los labios con entusiasmo al ver el sándwich, solo para arrebatárselo y salir corriendo como siempre. Esto dejó a Chris reflexionando y aún más preocupado.

“Si Ollie no tiene cachorros y su dueño lo ha abandonado, ¿adónde lleva la comida todos los días?”, sospechó.

“Ollie, ¿adónde vas?”, gritó Chris mientras perseguía al perro. Pero el chucho no aminoró la marcha ni miró atrás y simplemente desapareció del mercado, dejando a Chris en una nube de polvo.

“¡Perro raro!” Frustrado y confundido, Chris negó con la cabeza y volvió al trabajo, incapaz de quitarse de la cabeza la imagen de Ollie huyendo con la comida.

La mente de Chris daba vueltas con varios pensamientos sobre adónde iba el perro a diario, pero no podía identificar nada. Al terminar su turno y salir al gélido aire nocturno para irse a casa esa noche, Chris vio a Ollie sentado afuera de la tienda de bicicletas cerrada. Los ojos del perro estaban fijos en los cristales y emitió un suave gemido al ver a Chris acercarse.

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A Chris se le encogió el corazón al ver al pobre perro solitario, al que había llegado a querer profundamente en los últimos días. El vínculo entre ambos se había fortalecido, y Chris se dio cuenta de que Ollie era más que un perro raro.

Era un amigo leal y cariñoso que le había llegado al corazón, y ver a Ollie sentado allí, solo y triste, le conmovió profundamente. Sabía que tenía que hacer algo para ayudarlo.

Mientras caminaba hacia Ollie, Chris se prometió en silencio no dejar que el pobre animal volviera a sentirse solo. Se arrodilló, acarició suavemente la cabeza de Ollie con pesar y susurró: “¡No estás solo, amigo! Estoy aquí para ti”. La compasión y preocupación de Chris por Ollie lo impulsaron a tomar una decisión difícil: llevarse al pobre perro a casa. Sin embargo, había un pequeño problema que se interponía en su camino. Chris compartía un apartamento alquilado con su novia Mila, a quien no le gustaban mucho las mascotas, especialmente los perros.

Chris sabía que añadir un perro a su hogar era una decisión arriesgada, y su novia seguramente no estaría de acuerdo. Pero no podía dejar al pobre animalito solo en la calle.

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Así que esa noche, se acercó al perro en silencio y le ofreció una galleta antes de atarle la correa al collar. Ollie estaba aterrorizado e intentó soltarse, pero Chris lo calmó y se lo llevó.

El corazón de Chris latía con fuerza de alegría y ansiedad mientras caminaba a casa con Ollie. Sabía que a Mila no le haría mucha gracia la nueva incorporación a la familia. Pero confiaba en su decisión y estaba decidido a convencerla de alguna manera de que se quedara con el perro.

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Con cada paso, Chris se prometía a sí mismo que le daría un refugio seguro a Ollie. Pero se le encogió el corazón al llegar a casa y ver la furia de su novia. Mila se puso furiosa al ver al perro.

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