A los 58 años, volví a encontrar el amor, pero su exesposa estaba empeñada en arruinar nuestra felicidad – Historia del día

A los 58 años, creía que el amor me había pasado de largo hasta que conocí a Oliver. Justo cuando nuestra felicidad empezaba a florecer, su ex irrumpió de nuevo en su vida, decidida a separarnos. Lo que siguió fue una batalla por la paz y la fuerza para superar las sombras del pasado. ¿Podría el amor conquistarlo todo? 

Habían pasado años desde mi divorcio y me había acostumbrado a la soledad.

“No necesito a nadie”, me recordaba a menudo, mientras mis dedos golpeaban rítmicamente el teclado.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

Mis novelas habían despegado en cuanto me comprometí plenamente a escribir. La casa silenciosa, con el único sonido de las gaviotas y el océano, me daba la paz que creía necesitar.

Pero de vez en cuando me encontraba mirando al horizonte, pensando. ¿Es esto realmente suficiente?

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

Hasta que no apareció Oliver no me di cuenta de que la respuesta podía ser no.

Una mañana, mientras sorbía mi café en el porche, me fijé en él por primera vez. Un hombre alto y encantador, quizá unos años más joven que yo, que paseaba por la playa con su Golden retriever. Les vi pasar junto a mi casa.

“Buenos días”, me dijo, inclinando la cabeza con una sonrisa amistosa.

“Buenos días”, respondí, sintiéndome un poco tímida.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

A partir de entonces, cada día estaba más pendiente de él. Le observaba mientras caminaba por la playa, a veces jugando con su perro, a veces simplemente mirando el mar. Y cada vez me daba un vuelco el corazón.

“¿Por qué estoy tan nerviosa?”, murmuré para mis adentros, sacudiendo la cabeza. “Es sólo un vecino. Cálmate”.

Pero no podía. Y mis sentimientos aumentaban cada vez que lo veía. Aun así, dudé.

¿Sería posible volver a abrirme a alguien?

Una tarde, mientras podaba mis rosas, oí un crujido y un fuerte golpe detrás de mí.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

Sobresaltada, me volví y vi un borrón dorado que se adentraba en mi jardín. “¡Charlie! Vuelve aquí!”, oí llamar a Oliver y, segundos después, apareció, sin aliento y compungido.

“Lo siento mucho. Se me ha escapado”.

Me reí, agachándome para acariciar al perro.

“No pasa nada. Es muy dulce”.

“Es un desastre, pero no lo cambiaría por nada”.

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