Simón sorprendió a la enfermera Nelly cuando se levantó de su silla de ruedas y la invitó a bailar en la celebración de su cumpleaños número 16. Los dos se sorprendieron poco después, cuando la madre biológica del chico apareció en la fiesta sin ser invitada. A algunos les parecía cruel tener un campo de fútbol al lado del hogar colectivo para niños discapacitados. Pero Simón, de 15 años, disfrutaba de la vista desde su silla de ruedas.
Se asomaba por la ventana todas las tardes y veía jugar a los niños de la escuela. Se preguntaba si alguna vez sería capaz de jugar el juego que amaba ver desde la distancia.A estas alturas, conocía todas las reglas y tenía sus propias estrategias para anotar y ganar el juego para su equipo imaginario. Simón odiaba cada vez que un partido terminaba y los niños se iban. Eso lo devolvía a la realidad, donde a menudo se revolcaba en el dolor de su desafortunado pasado.“¿Por qué yo?”, se preguntó. “¿Qué hice para merecer esto? Por supuesto, nadie quiere adoptar a un adolescente en silla de ruedas. ¿Me quedaré atrapado en este lugar para siempre?”.
Todos los pensamientos oscuros entristecieron y enojaron al chico al mismo tiempo. Se pellizcó las piernas en su enojo. Pateó la pared debajo de la ventana y retrocedió.
Simón escuchó una voz familiar detrás de él. Se dio la vuelta y vio a la enfermera Nelly con una mirada de sorpresa en su rostro. La había visto en el hogar grupal trabajando con algunos niños, pero nunca había tenido la oportunidad de hablar con ella. “Hola, enfermera Nelly”, dijo el adolescente apresuradamente. “Lo siento, sé que tengo que asistir a la actividad grupal. Ya voy en camino”. “Espera un minuto, jovencito”, lo detuvo la mujer. “Eres Simón, ¿verdad?”.
“Leí tu expediente médico y quería comenzar a trabajar contigo pronto. Dime, ¿desde cuándo has estado pateando paredes así?”, preguntó Nelly. “Puedo hacerlo a veces, especialmente cuando estoy enojado”, explicó él con la cabeza baja. “Parece que tenemos trabajo que hacer. Canalicemos esa ira para curarte, ¿de acuerdo?”, dijo Nelly con una sonrisa. Ella creía que, con la fisioterapia y el entrenamiento adecuados, Simón podría caminar. La enfermera comenzó a trabajar con el chico todos los días después de eso. Él seguía cada instrucción cuidadosamente y con la máxima dedicación. Cada semana, lograban un hito importante en su terapia.
Las sesiones de fisioterapia eran agotadoras porque Nelly siempre presionaba a Simón para que mejorara y lo motivaba en cada paso. Ella inspiraba al adolescente a esforzarse más. Él incluso practicaba dar pasos en su habitación antes de acostarse.Los amigos del chico y el personal del hogar organizaron una pequeña fiesta para su cumpleaños. El adolescente hizo una invitación especial escrita a mano para Nelly. Cuando llegó el día, él quedó encantado de ver a la enfermera en la fiesta. Ella comenzó a acercarse a Simón para desearle un feliz cumpleaños.