Esta niña era la cuarta de doce hijos de una familia pobre que vivía en las montañas sin electricidad. Ahora es una cantante famosa

En las remotas montañas de Tennessee, una niña encontraba alegría en los momentos sencillos, como cantarles a los animales en el porche. La vida era dura para una de los doce hermanos que vivían en la pobreza, pero sus sueños la llevaron mucho más allá de esas escarpadas colinas. Su historia comenzó en las profundidades de las Grandes Montañas Humeantes, donde una familia de 14 personas vivía sin las comodidades modernas. Sin electricidad ni agua corriente, la vida era dura, pero se las arreglaban, apoyándose unos en otros y en su fuerte fe. Los padres, que se casaron siendo adolescentes, criaron a sus doce hijos en una casa de madera de dos habitaciones.

A mediados de los treinta, tenían seis niños y seis niñas, creando un hogar animado y ruidoso. En este entorno, lleno de música y tareas compartidas, los niños aprendieron a aprovechar al máximo lo que tenían. Pero, ¿cómo se las arreglaban para manejar la vida cotidiana y mantener el ánimo en alto a pesar de los desafíos? Español:Arreglándose las cosas: una vida con medios sencillos

Desarrolló su resiliencia y creatividad a una edad temprana. Nació como la cuarta de doce hijos y creció en una sencilla cabaña de troncos en el borde de las Grandes Montañas Humeantes en Tennessee.

La casa de la familia no tenía electricidad ni plomería y, cuando nació, su padre pagó al médico con un saco de harina de maíz. “Siempre bromeo diciendo que desde entonces he estado ganando mucho dinero”, dijo. La vida en su cabaña de dos habitaciones era abarrotada y ruidosa. Los doce hermanos compartían camas, con periódicos que cubrían las paredes para aislarlas.

Su madre cosía su ropa con retazos y los juguetes comprados en las tiendas estaban fuera de su alcance. Los niños inventaban juegos y jugaban al aire libre. “El exterior era solo una extensión de nuestra casa”, narró. Comían allí, tocaban música y hacían tareas domésticas. Incluso con tan poco, la familia encontró formas de mantener la esperanza. “Éramos pobres, pero yo nunca me sentí pobre”, compartió. Sus padres enseñaron a sus hijos a ser agradecidos y les recordaron que algunas familias tenían incluso menos. Esta lección de gratitud la acompañó durante toda su vida.

Crecer en las montañas significó aprender a aprovechar al máximo lo que tenían. Con doce bocas que alimentar, la familia a menudo dependía de la caza y la agricultura para poner comida en la mesa. Su padre, un cultivador de tabaco, se adentraba en el bosque con su escopeta y traía cualquier presa que pudiera encontrar. “La gente me escucha hablar de comer ardillas y marmotas, pero en las montañas como esas, no había muchas opciones”, explicó. Comían tortugas, ranas e incluso marmotas, conocidas localmente como “cerdos silbadores”, preparadas de maneras que enmascaraban su fuerte sabor.

A pesar de estas difíciles decisiones, la familia encontró alegría en compartir sus comidas. Los frijoles, el pan de maíz y cualquier presa que su padre cazara eran los alimentos básicos. Los niños sabían la importancia de trabajar juntos, ya fuera juntando leña, acarreando agua o ayudando con las tareas domésticas. Sin electricidad, atrapaban luciérnagas en frascos de vidrio para iluminar sus pequeñas habitaciones. En ese momento, ella y sus hermanos estaban contentos con lo que tenían, decía, recordando el amor y la calidez que llenaban su hogar.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back To Top