Mientras Laura lloraba a su madre, cada recuerdo contaba una historia de resistencia y amor, pero una misteriosa carta, en la que se acusaba a su madre de robo, hizo añicos el consuelo de su dolor. ¿Qué secretos escondía la fortuna de su familia y hasta dónde llegaría Laura para descubrir la verdad?
Me senté con las piernas cruzadas en la alfombra de la habitación de mi madre, rodeada de trozos de su vida. Parecían más una obra de arte que una prenda de vestir. Solté una suave carcajada a través de las lágrimas, sacudiendo la cabeza.

“Laura, amor”, dijo suavemente, agachándose a mi lado. Su mano se apoyó suavemente en mi hombro.
“No tienes que hacer esto sola. Lo superaremos juntos”.
Asentí, secándome las mejillas húmedas con la manga.
“Es que… parece que cada pequeña cosa la trae de vuelta. Incluso este chándal”. Señalé la tela desgastada.
“Podría haberse comprado cien pares nuevos, pero se negó a renunciar a éstos”.
Neil los tomó, les dio la vuelta entre las manos y le llamaron la atención los parches.

“Sinceramente, pertenecen a algún tipo de salón de la fama por su persistencia. Tu madre tenía dinero. ¿Por qué iba a quedárselos?”
Una leve sonrisa se dibujó en mis labios.
“Porque no siempre fuimos ricos. Mi infancia fue… dura. Mamá trabajaba sin parar: limpiadora, cuidadora, lo que se te ocurra. Hizo sacrificios para que yo pudiera tener lo básico. Entonces, de la nada, esta enorme herencia lo cambió todo”.
Neil enarcó las cejas. “¿Nunca te dijo de dónde venía?”.

Negué con la cabeza.
“No. Se lo pregunté muchas veces, pero se callaba o lo ignoraba. Cuando llegó el dinero, ya no tuvimos que seguir pasándola mal, pero mamá siguió siendo la misma. Me enseñó a respetar cada céntimo. Sabía lo que era no tener nada”.