Cuando Margaret recibe de su nuera, Anita, un maxi vestido blanco para la boda, sospecha que se trata de una trampa debido a su tensa historia. Cuando llega a la ceremonia, le esperan revelaciones inesperadas y, más tarde, Anita reflexiona sobre la simbología de un vestido blanco. Ni siquiera tuve que leer la nota para saber que la caja bellamente envuelta que había en mi puerta era de Anita. ¿Quién si no me enviaría algo tan exagerado? Con una mezcla de curiosidad y temor, rompí el papel de regalo y vi un impresionante maxivestido blanco. Entonces cayó la nota. “Por favor, llévalo a la boda. Con amor, Anita”.
¿Amor, Anita? ¿De verdad? Casi podía oír el sarcasmo que destilaban aquellas palabras. Verán, Anita y yo hemos tenido bastantes desavenencias. Cuando empezó a salir con mi hijo James, me pareció encantadora. Moderna, segura de sí misma y claramente inteligente. Pero entonces empezaron los enfrentamientos.Empezaron con cosas pequeñas, sobre todo elecciones de estilo de vida. James siempre había sido un poco niño de mamá, y Anita era demasiado testaruda, demasiado diferente de los valores tradicionales que yo apreciaba.
Pero el verdadero problema empezó con la planificación de la boda. Me excluía de cada detalle, de cada decisión. Me enteré del lugar de celebración por una amiga, ¡por el amor de Dios! Y ahora, este particular vestido.
Tomé el teléfono y llamé a Linda, mi mejor amiga. “No te vas a creer lo que ha hecho Anita ahora”, le dije en cuanto descolgó. “Hmm”, dijo Linda pensativa. “Podría ser una trampa. O podría ser un malentendido. Quizá deberías hablar con ella”. Temía que Margaret nunca me aceptara, que siempre me viera como la mujer que se llevó a su hijo. La idea de planear una boda con ella escrutando cada detalle era desalentadora. Por mi propia cordura, tenía que excluirla.
“¿Hablar con ella?”, repetí. La sola idea me hizo sudar frío. Pero Linda tenía razón. Al día siguiente, me encontré sentada frente a Anita en un pintoresco café. Apenas podía sorber mi café; me temblaban demasiado las manos. Anita parecía más serena que nunca, con una sonrisa serena en el rostro.