Tras la muerte del esposo de Lucy, Ron, ella se va a vivir con su hijo y su nuera hasta que se sienta con fuerzas para dar el siguiente paso. Las cosas empiezan bien, con Eve cuidándola como lo haría con su propia madre. Pero muy pronto, su nuera comienza a tratarla como su sirvienta.
Entonces, le pregunté a mi único hijo Connor si podía vivir con él y su esposa, Eve, durante un tiempo.
Quería paz, pero lo único que conseguí fue caos.

Todo fue bien.
Al principio, Eve era la mejor. Me adoraba, cocinaba y fregaba los platos, incluso cuando yo le decía que no lo hiciera y que podía hacerlo sola.
Pero entonces, las cosas empezaron a cambiar.
Pasamos de cocinar y ocuparnos de la casa juntas a que Eve me diera todas las tareas a mí. Por supuesto, no me importaba hacerlo. Mi hijo y ella me habían acogido en su casa, y yo quería demostrarles que estaba agradecida. Pero el problema era que estas viejas rodillas se cansaban.

En fin, unos días antes de Navidad, mientras Eve se reía con una película en la televisión, me llamó al salón. “Lucy”, me dijo. “Cuando termines la colada, sal a comprar comida para la cena de esta noche y también para la de Navidad. Van a venir nueve personas. Te daré el dinero antes de que te vayas”.
Aquello me sorprendió un poco. Normalmente, Eve y yo íbamos juntas a hacer la compra, pero era la primera vez que me lo daba órdenes de ese modo.
Y fue entonces cuando me di cuenta: cuanto más tiempo pasaba con Connor y Eve, menos invitada era yo en la casa y más encargada del hogar, sin sueldo.

En lugar de preocuparme por todo, quise darle una lección a Eve. Cocinar y dar de comer a mucha gente era algo que siempre había sabido hacer, por provenir de una familia numerosa.
Un avance rápido hasta la cena de Navidad: la casa se llenó de un olor a comida deliciosa, suficiente para hacer la boca agua a cualquiera. Lo puse todo en esa comida. Desde las recetas hasta los ingredientes, pasando por los meticulosos detalles de cada plato, quería mostrar el amor y el cariño en la comida que cocinaba.
Más tarde llegaron los invitados y empezaron a picar los canapés y el vino caliente que había preparado. Entonces, llegamos a la comida y empezaron a llover los cumplidos.