Antes de enterrar a un Papa, la Iglesia lleva a cabo una serie de ritos tradicionales que marcan el final de su papado. Entre ellos se encuentra la desfiguración de su anillo, un gesto simbólico que indica que su autoridad ha terminado formalmente.
En el corazón de la Ciudad del Vaticano, bajo la cúpula de la Basílica de San Pedro, el papa Francisco fue enterrado con ceremonias en las que se mezclaron tradiciones centenarias y su característica humildad. Murió a los 88 años, recordado no sólo por sus llamamientos a reformar la Iglesia, sino también por su tranquila devoción a los pobres y marginados.

Su muerte marcó el regreso de rituales profundamente simbólicos, algunos de los cuales se remontan a más de mil años. Desde las vestiduras rojas hasta el anillo roto, cada paso de su despedida siguió un guion moldeado por la historia, la devoción y las perdurables costumbres del papado.
Sencillez y esplendor: El funeral del Papa por dentro
El funeral del papa Francisco fue un momento de profunda emoción y reflexión global. Como primer pontífice latinoamericano y defensor de los pobres, su muerte atrajo a dolientes de todo el mundo a la Ciudad del Vaticano para despedirse de él.

Los ritos comenzaron con su cuerpo yaciendo en la Basílica de San Pedro durante tres días. Vestido con una sotana blanca y ornamentos rojos -los colores tradicionales de los funerales papales, que simbolizan el martirio y el sacrificio-, descansó en un ataúd de roble sin adornos, colocado a ras de suelo como gesto de humildad.
El sábado por la mañana, la misa funeral se celebró al aire libre en la Plaza de San Pedro. La misa comenzó con el traslado del féretro desde la basílica al son de los himnos.

El servicio atrajo a líderes de todo el mundo. Entre los asistentes se encontraban el presidente estadounidense, Donald Trump, el primer ministro británico, Keir Starmer, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, el príncipe Guillermo, el presidente francés, Emmanuel Macron, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa.

Aunque la ceremonia fue solemne, surgieron momentos de calidez. Muchos jóvenes peregrinos ya estaban en Roma para la canonización aplazada de Carlo Acutis y un acto del Año Santo para adolescentes. Algunos sacaron fotos o sonrieron entre lágrimas, en la despedida de un Papa conocido por su cercanía a la gente corriente.
Tras la Misa, el féretro recorrió en caravana las calles de Roma hasta la Basílica de Santa María la Mayor, un destino que el pontífice había elegido mucho antes de su muerte.