Un gesto íntimo en medio del brillo y la reafirmación de un lazo indestructible.
Bajo un cielo de flashes y cámaras, un acto silencioso habló más alto que cualquier aplauso. No fue un gol ni un trofeo; fue una señal de que, para uno de los mejores futbolistas de la historia, lo primero es lo suyo.
El instante exacto, inmortalizado en vídeo, alude a un episodio de cuidado y lealtad que recuerda qué es innegociable. Cuando los reflectores se posaron sobre ellos en la alfombra roja, una familia caminaba unida, segura de su fuerza conjunta.

Pero antes de ese momento definitorio, hay un recorrido que explica por qué Messi jamás dudaría en interceder. Una amistad de la infancia, cimentada en Rosario, Argentina, que con los años se transformó en la relación más sólida de su vida.
Complicidad de niños que no sabían aún quién sería “el Elegido”, pero que intuían la fuerza de un vínculo inquebrantable.

Semillas de un lazo que brotó en Rosario
La historia de amor de Messi y Antonela comenzó en Rosario, Argentina, cuando ambos tenían apenas seis años.
Messi entrenaba en la cantera de Newell’s Old Boys, y un compañero suyo, Lucas Scaglia, invitó a Messi a pasar las vacaciones con su familia, donde conoció a Antonela, prima de Scaglia.
Rápidamente se hicieron amigos de juegos, sin prever que aquel vínculo sería la base de una relación para toda la vida.

Messi sufrió un diagnóstico de deficiencia de la hormona de crecimiento a los diez años, iniciando un tratamiento que su familia apenas podía costear.
A los doce, un agente se interesó en su talento y le consiguió una prueba con el FC Barcelona, que se comprometió a asumir el coste de su terapia.
En 2001, Messi y su padre se trasladaron a Barcelona, mientras Antonela permanecía en Rosario terminando sus estudios, manteniendo viva la amistad a través de cartas y llamadas.

La complicidad de la infancia trascendió la distancia y el tiempo. En 2005, Messi regresó a Rosario tras enterarse de la trágica muerte de una amiga de Antonela en un accidente provocado por un conductor ebrio.
Ese gesto solidificó el paso de la amistad al amor y, tras el regreso de Messi a España, ella se mudó a Barcelona tras graduarse en la Universidad Nacional de Rosario. Así comenzó un romance cimentado en la confianza mutua y sostenido por el apoyo permanente en cada etapa.