El viaje familiar iba bien hasta que la abuela dijo que sus nietos no eran una “familia de verdad” — Historia del día

Ellie siempre supo que su madre era testaruda, pero nunca se lo esperó. Cuando Caroline llamó “desconocidos” a los hijastros y se negó a pagarles la habitación en el viaje familiar, Ellie se dio cuenta de que este año sería diferente. Su madre había puesto un límite, pero Ellie no iba a ceder.Ellie apretó el teléfono con más fuerza contra su oreja, sus dedos recorriendo los bordes de su agenda.La cocina olía a café recién hecho y tostadas calientes, pero de repente, el aroma se volvió rancio.

Se suponía que el viaje familiar anual sería una tradición: la misma semana, el mismo resort, las mismas peleas sobre quién se quedaba con qué habitación.”Bueno, reservaré lo de siempre”, dijo su madre, Caroline, con la misma voz sensata de siempre.”Tú y Rebecca compartirán habitación, como siempre”. Ellie frunció el ceño, golpeando distraídamente la mesa con el bolígrafo. “¿Qué? No, mamá. Necesitamos la nuestra. Somos Jason, los niños y yo”. Silencio. Una pausa larga y pesada. Luego, una burla, brusca y desdeñosa.”¿Los niños?” La voz de Caroline bajó, volviéndose fría.

“Ellie, no son tus verdaderos hijos. Tienen una madre. No voy a pagar para que desconocidos se queden en un viaje familiar”.Ellie apretó el bolígrafo con más fuerza hasta que creyó que se rompería. Un calor lento y latente le subió por el cuello.”Son mi familia, mamá”, dijo con voz firme pero firme. “La sangre importa, Eleanor”, dijo con tono cortante. “Son el pasado de Jason, no el tuyo”.Ellie apretó la mandíbula, obligándose a respirar a pesar de la ira que le oprimía las costillas.

¿El pasado de Jason? ¿Era eso lo que pensaba de Megan y Luke? ¿Como si solo fueran un lastre, un recordatorio de una vida anterior a Ellie?Respiró hondo, aferrándose al borde de la mesa. —Entonces pagaré la habitación yo misma.—Ellie…—No. —La interrumpió con voz más cortante de lo que pretendía. Le temblaban las manos, pero no le importó—. Si no puedes aceptar a mis hijos, mejor deja de esperarme. Son los únicos nietos que tendrás.Caroline murmuró algo en voz baja, demasiado bajo para captarlo, pero Ellie no necesitaba oírlo. El significado era bastante claro.Entonces, la llamada se cortó.

Ellie se apartó el teléfono de la oreja, mirando la pantalla en blanco. Sentía una opresión en el pecho y la respiración entrecortada.Dejó el teléfono con cuidado, como si golpearlo fuera a romper algo más que el aparato.La cocina, antes llena del bullicio matutino, ahora se sentía demasiado silenciosa. El reloj de la pared marcaba el ritmo, indiferente a la tormenta que se avecinaba en su interior.Esto no había terminado.El camino se extendía ante ellos, reluciente bajo el brutal sol texano. Olas de calor danzaban sobre el pavimento, haciendo que todo pareciera un espejismo.

Dentro del coche, el aire acondicionado zumbaba, pero no lograba calmar el fuego que ardía en el pecho de Ellie.Las manos de Jason apretaban el volante con más fuerza, tamborileando con los pulgares contra el cuero. Tenía la mandíbula apretada, pero Ellie notaba que medía sus palabras.—¿De verdad dijo eso? —preguntó finalmente, en voz baja pero con un deje de frustración. Ellie dejó escapar un suspiro brusco y se removió en el asiento. Se giró para mirar a los niños de atrás.Megan, de doce años, estaba sentada con las piernas encogidas y los auriculares puestos. Miraba por la ventana, perdida en el mundo que su música creaba.Luke, de ocho años, estaba encorvado sobre su tableta, tecleando la pantalla como si nada más existiera.

No tenían ni idea. Ni idea de que su abuela los había despedido como si no fueran reales. Como si no pertenecieran.”Ni siquiera intentó ocultarlo”, murmuró Ellie. “Simplemente los despidió como si no importaran”.Jason exhaló por la nariz, cambiando de tema. “Cariño, no teníamos que venir. Quizás faltar este año hubiera sido más fácil”. Ellie giró la cabeza hacia él, con los ojos brillantes. “¿Fácil para quién? ¿Para ella? ¿Para que no tenga que lidiar con la realidad de que su hija tiene una familia ensamblada?”.

Los dedos de Jason se apretaron alrededor del volante, sus nudillos se pusieron blancos. Mantuvo la vista en la carretera, pero Ellie pudo ver cómo se le tensaba la mandíbula.”Solo no quiero que te hagas daño”, admitió, con la voz más suave.Ellie se burló. “Estaré bien”. Pero incluso mientras lo decía, no estaba segura de si era verdad. Volvió a girarse hacia el asiento trasero. Megan y Luke seguían perdidos en sus propios mundos, sin darse cuenta de que una batalla se estaba gestando a su alrededor. No sabían que eran la razón por la que su abuela había trazado una línea en la arena.Ellie tragó saliva, sintiendo un peso cada vez mayor en el pecho.

“Si no puede aceptarlos”, dijo finalmente con voz firme, “nos pierde a todos”.Jason no dijo nada, solo asintió levemente, con la mirada fija en el camino.El coche avanzó con un rugido, el calor subiendo, la tensión espesa. No se dirigían simplemente a un viaje familiar.Iban directos a una pelea que llevaba años esperando. El vestíbulo del hotel olía a lino limpio y cítricos, el tipo de frescura artificial que se supone impresiona a los huéspedes, pero que no funciona.Intentando disimular la tensión subyacente que se cernía en el aire.

Los ventiladores de techo zumbaban suavemente y el tenue murmullo de otros viajeros que se registraban llenaba el espacio.Ellie se ajustó la mochila de Luke al hombro, revolviéndose bajo su peso. Jason estaba a su lado, firme pero silencioso, con la mirada escudriñando el vestíbulo.

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